viernes, 1 de enero de 2016

Las brujas que no ardieron.



Tip. Tip.
Dicen que nuestro destino está condicionado por nuestras decisiones. Es ahora, al estar mirando a la muerte a los ojos, cuando me doy cuenta del momento en que empezó todo…
Tip. Tip.
Levanto la cabeza y miro a través del pequeño ventanuco. La luna, ahora en lo alto del cielo, se ve entre los barrotes. Me encuentro en la celda que ha sido mi morada durante las últimas semanas. En frente de  mí, una pared de barras metálicas impide que huya, aunque no sé si me marcharía de poder hacerlo. Mi único contacto con el exterior es ese pequeño agujero en el muro de mi derecha, tapado, cómo no, con las mismas barras de acero.
Tip. Tip.
Un incansable goteo ameniza el silencio en que se ha convertido mi vida y una mezcla de óxido y polvo cubre todo lo que mi vista alcanza a observar. Un olor nauseabundo inunda el aire. No sé de donde procede, pero, por su intensidad, me atrevería a decir que esa apestosa fragancia está causada por mi compañera de penas, la ocupante de la celda contigua a la mía. Hace días que no oigo su atormentada respiración por las noches. Imagino que su corazón dejó de funcionar como debiera al no recibir sustento suficiente.
Tip. Tip.
Siento paz. Aquí, sentada en el suelo, pensándole a la luna. No me arrepiento de nada, excepto, tal vez, de no haber aprendido a escribir antes.
Tip. Tip.
Miro hacia la esquina de mi izquierda, al cartón que hacía las veces de plato. ¿Cuántas veces habré imaginado una miguita de pan sobre él en los últimos días? Desde que el rumor de la muerte de mis carceleros se coló entre los barrotes de aquella ventanilla, el cartón no ha recibido más visita que la de las moscas.
Tip. Tip.
No estoy asustada por mi inminente muerte. Creo estar, incluso, aliviada de que todo se vaya a acabar. Puede que hasta impaciente. Ante mí pasan, como quien dice, momentos de mi vida. Decisiones importantes que un día tomé y que me han llevado hasta esta habitación invadida por una oscuridad perenne. A decir verdad, no sé qué es lo que hay más allá de los barrotes, pues la oscuridad lo invade todo.
Tip. Tip.
Sé, mis queridas generaciones futuras, que a estas alturas se agolparán las preguntas en vuestras inquietas cabecitas. Dadle tiempo a la historia y se irán resolviendo todas las dudas sin necesidad de haberlas formulado. Disfrutad del silencio mientras leéis esto.
Tip. Tip.
Estoy en lo que los hombres que me apresaron llamaban: “el sótano de las reflexiones”, que no es más que una cárcel subterránea para mujeres que utilizan la palabra como defensa y ataque al mismo tiempo. A este notable grupo se nos ha bautizado como “Las Brujas que no ardieron”. Explicar el porqué de este símil está de más.
Tip. Tip.
Antes de ser fugitiva fui joven y escritora. Y, como cualquier joven que se precie, usaba mis relatos para transmitir ideas, escondidas detrás de puntos y tildes. Reconozco haber sido ingenua al pensar que podía cambiar el sistema trapicheando con palabras, pero, como mi madre solía decirme: “si no lo intentas, no sabrás si lo habrías conseguido.” No era suficiente mal ser mujer soltera por voluntad en un sistema patriarcal, que, además, esta mujer había decidido pensar libremente.
Tip. Tip.
Recuerdo el orgullo que sentí el día que salía a la calle y vi todos esos carteles. Carteles que contenían mis historias. Ese fue mi último día en libertad y el primero en esta oxidada caja. Nunca me importó la suciedad del lugar, pues el arte se cría entre la basura.
A mi cabeza vienen escenas que ahora he aprendido a valorar. Las primeras palabras que aprendía a escribir y la primera vez que me publicaron son las que más presentes están en mi cabeza.
Ya no oigo el goteo y dudo que haya parado. Simplemente estoy muriendo, es por esto, mis veneradas generaciones futuras, que os cambio esta modesta historia por un favor: construid una escultura, lo más grande posible, pero que no esté formada de ese burdo material insensible que usan ahora; quiero que lo construyáis con vuestras palabras y que nos honre a todas nosotras, a todas las brujas que no ardieron.
Argy Miró M.

Nota de Argy: este relato fue escrito para el certamen literario de mi instituto del año 2014, consiguiendo el 1er premio.

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