domingo, 18 de junio de 2017

Cartas a Pablo II.


«Y aquí estoy yo, a las 2:19 de la madrugada del día T, despierta aún. En mi cabeza no paran de sucederse imágenes desgarradoras. Secuencias sin límite de finales alternativos. Finales que no puedo ver. Que no quiero ver. Finales para algo que en principio no era nada. Algo que empezó con pingüinos y sonrisas; algo mágico. Algo realmente curativo. Algo con alma.

¿Cómo puede torcerse tanto algo tan de por sí curvilíneo? ¿Cómo se puede, sin querer, ser tan voluble, tan susceptible? ¿Cómo puede el pasado estropear el presente y nublar el futuro? Estas son algunas de las cuestiones que en la madrugada del día T me quitan el sueño y las ganas de sonreír. Estas y otras. Otras como por qué tu sonrisa brilla cada día más o por qué tu mirada es cada vez más verde. O cómo puede ser que un abrazo huela a hogar y un beso sepa a felicidad. 

Y aquí vuelven a asaltar esas malditas secuencias apocalípticas. Finales y finales. Finales bonitos y feos; dulces, salados, agridulces y con sabor a tarta de chocolate blanco. Pero finales, al fin y al cabo. Todos tienen cosas en común: hablamos, lloramos, nos abrazamos, volvemos a llorar; en ninguna gritamos, claro, tú no eres de esas cosas y a mí no me gusta hacerlo contigo. Tampoco nos pegamos ni nos insultamos; pero tampoco nos reconciliamos, que es lo que más duele. Todas las imágenes tienen algo diferente: un parque a orillas del río, una cafetería llena de libros, un teatro, el salón, un banco… pero ningún paisaje ayuda. Todos son grises y ninguno huele ya a tostadas, a hogar o zumo de sandía. 

Duele. Duele la coraza y el pasado. Duele el futuro y, ahora, también el presente.»




Angy Miró M.
---------------------------------------
Podéis encontrarme en:
TWITTER: @estrasnochada
INSTAGRAM: @angymirom
WATTPAD: AngyMiroM
TUMBLR: angymirom
¡NOS LEEMOS, TRASNOCHADXS!