es mi tortura nocturna.
Que Morfeo se nos lleva a los dos
a su paraíso perdido.
Juntos.
Y que juntos
volamos sobre castillos de pesadilla
y cementerios de ensueño.
Sobre torres con princesas muertas
y tumbas con fantasmas vivos.
Y que juntos construimos un bosque.
Árbol a árbol.
Rama a rama.
Un bosque del color
que invadirá el futuro.
Pero entonces…
entonces despierto.
Es en ese momento
cuando el maldito de Morfeo
me devuelve a este triste
y negro rincón.
Porque sí,
a mí me parece negro.
Como tus ojos.
Porque no pueden mirarme.
Porque ya no están.
Porque se han ido.
Y en mí solo quedan algunos restos
de ese engañoso paraíso
con el que Morfeo me tima cada día.
Permanece el verde
y la esperanza de fantasmas vivos.
Y es que la princesa muerta
no estuvo así siempre.
Vivió una vez.
Aquella vez.
Pero la vida,
como el tiempo y los ríos,
solo va en un sentido,
nunca para
y acaba por secarse.
¿Irónico, verdad?
Después de tanto agua…
Besos bajo la lluvia
y lágrimas bajo la almohada.
¿Y ahora?
Ahora solo queda
un páramo yermo
donde antes se encontraba
nuestro bosque de Morfeo.
Porque solo queda eso.
Un sueño.
Angy Miró M.
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