Como todo lo bonito, te escondes. Vigilas desde la sombra, tras ese escudo de nubes que te protege. ¿Acaso tienes miedo? Seguro que temes las miradas que te acaban desgastando; que te hacen ir menguando hasta que terminas por desaparecer. ¡Ay, Luna! Si tan solo supieras lo preciosa que eres… pero no lo ves, claro. Porque estás cómoda en tu fortaleza celeste.
Déjate ver. Permítenos mostrarte todo lo bueno que haces. Toda la ayuda que brindas. ¿Acaso no tienes a cientos de poetas suspirando por tus rayos? ¿Acaso, Luna mía, no haces que hasta el mar mismo quiera acercarse a ti? No sabes cuántos son los enamorados a los que has hecho gozar bañados por tu luz. Cuántas son las mariposa que han tomado estómagos inocentes par torturarlos con amor. Cuántas han sido las guerras entre las sábanas que por ti han empezado ¿No lo sabes? Claro que no… porque sigues obcecada en ocultarte. No te culpo. Hasta te entiendo. Es lo fácil. Lo seguro. Así evitas que te dañen y te hagan menguar hasta desaparecer.
Pero, cariño, no eres consciente de que las miradas que te hacen pequeña no son nada comparadas con las que te anhelan. Déjate ver, redonda y tierna, aunque sea solo una vez. ¿Lo ves, Luna lunera? Eres preciosa, no lo olvides. Yo te quiero y siempre te querré.
Angy Miró M.
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